Tú, el lector

Te hablo
a ti, hombre o mujer que no veo,
que me lees y me piensas,
que quizá me odies en mi verso,
y en esta esquina de palabras
te espero,
no hay nadie, se ha parado
el tiempo,
acércate,
yo quiero
que sepas cuánto queda por decir,
cuánto hueso en pañales, cuánto intento
de paloma enterrada,
cuánto enrejado de silencio.

Si tú supieras que he tenido
que sonreír mil veces a los reos
de la impostura, cómplice, cobarde,
que no les escupí mi pensamiento
como sal en los ojos. Yo era joven,
todo lo joven que permite el miedo,
y asentía, en espera de un mañana
de justicia y disfraces por el suelo,
de luz y libertad.

Te hablo
a ti, ser que ahora veo,
que adelantas tu busto y te sorprendes
ante esta página, y yo tiemblo,
y hace frío en la esquina de esta calle,
y te hablo, vuelves, ¿eres tú, te veo?,
y dime lo que piensas, quítame
el pesado disfraz, tú al menos,
cuando es de noche y en mi frente sopla
la locura o el viento,
y hace frío, es de noche, llueve, llueve,
y en ti yo busco lo que tú en mi verso.