Ya no eres casa de la diosa
que esmeralda de paz y óleo de paraíso
con el olivo al hombre regalara.
Mísero te quedaste, nos quedamos.
¿Y los dioses vencieron a gigantes?
De ti arrancados a lejanas tierras,
¿no pueden despertar en sus metopas
y aniquilar –un gesto- al lúrido
invasor? Pobre eres,
un esqueleto en pie, tú que alentabas
en la respiración de las doncellas.
Quienes te despojaron, más pobres todavía.
(2002)