Distraído, sereno, huraño,
la mente siempre en otra parte
-se burlaban-, y en otra parte vivo
y no sabía yo esa parte
dónde estaba, la busqué
en vano, siempre, acaso
la parte más hermosa de mi vida,
de la que escucho ahora un respirar nocturno
de anillos flotando en el agua del Tíber,
la parte donde todos, todos mis olvidos
cumplen años sin mí y no envejecen,
la parte que me envía en la noche de Roma
una fragancia de generosos cuerpos disponiéndose
a comprobar lo imaginado unidos.
En ti, Roma,
busqué el ayer del mundo, el mío,
busqué el pasado y encontré el futuro.
(1960)