¿Y si el destino, el que dispone a ciegas,
hubiese decretado que nacieras
en forma de varón? Mis manos lentas
¿en qué nido final, tiernas esferas?
Más allá del destino y de sus sombras,
me guío por tu amor, no por tu forma.
Si tú dices “te quiero”, no me importa
con qué cuerpo lo sellas, dios o diosa.
Dame tus labios, bórrame lo oscuro,
fúndeme en tu universo. ¿Quién dispuso
la imagen de tu llama, su dibujo?
Sólo me importa nuestro incendio único.