(Leonardo da Vinci, Museo Czartoryski, Cracovia)
Ella, para su cumpleaños,
de Ludovico recibió un collar
y un animal. También, esta pintura
donde Cecilia muestra indiferente
el negro collar de ágata
(símbolo de la pena en el amor)
y entre las manos el armiño heráldico
(…de la fidelidad en el amor).
Símbolos o mentiras de Ludovico,
tan usados, vulgares como él.
Pero las altas cejas leves,
los ojos que contemplan más allá que los otros,
la sonrisa iniciada o retirándose,
el ciñente cabello oscuro y la piel luminosa,
no son símbolos. Son realidades y esperaban a alguien
que osara competir en perfección
con la gloriosa perfección de ella.
Cuando Leonardo retrató a Cecilia
y celebró sus diecisiete años,
gallardamente compitió. Pintándola,
lo eterno se hizo carne, gracia y gesto,
la idea música y color,
lo innumerable número.
Así la retrató –no la soñó- para que ella
tuviera siempre diecisiete años.