De un golpe, con la mano o con los ojos
atrapa el universo, excita mundos,
oh pertinaz franqueza, sin esfuerzo
ni argucia vil de astrónomo. Tú, amigo,
conoces el secreto de las luces
y si hablas con nosotros, te reprimes,
pues la hora todavía no ha llegado
de saber, todavía hay que indagar,
aunque tú bien quisieras compartir
la música que oyes de los astros
y encendernos con rosas trascendentes.
Alguna vez escribes o hablas, y
rozamos la verdad de los arcanos;
no te das cuenta, se te escapan ráfagas
que nos hacen soñar con lo más bello.
Tuyo es el universo, tú lo atrapas
suavemente, con riesgo y sin mostrar
el cansancio que tala hasta a los héroes.
Tú has nacido, Vicente, para esa
faena de entender la noche, el árbol,
el grillo, el ave, las estrellas, como
el buen torero nace y delicado
se rodea de muerte sonriendo
o el fabuloso amante nace y nunca
contempla hoscas doncellas a su paso.
Que cuando ya no estés en Velintonia
ni te asistan tu cedro ni tu perro,
podamos juntos recorrer las causas,
los manaderos de la luz, la noble
savia que alumbra el universo que hoy
veo distante, duradero y sacro
como un cadáver incorrupto de ángel.